miércoles, 19 de agosto de 2009

Ser policía

Siempre he seguido las normas, nunca me ha gustado quejarme o rebelarme contra lo que ya está establecido. Amo el orden.

Desde niña me enseñaron a respetar y a seguir la ley. Estudié en un colegio militar donde me decían todo lo que tenía que hacer y cómo debía hacerlo. Pocas veces podía decidir.

No me gustan las reuniones sociales, ni los parques. Mi vida transcurre en la calle, pero no tengo amigos, no salgo a divertirme.

He obtenido todo lo que he deseado, una casa, un carro, mi propio negocio. Todo gracias a mi trabajo. Acá descubrí que para tener lo que quieres debes estar de parte del gobierno. No importa lo que yo piense, sólo debo seguir órdenes.

No hay lugar más confortable y tranquilo que mi oficina, acá puedo hacer lo que quiera sin que nadie me moleste. Yo impongo mis propias reglas, la ilegalidad para los demás es mi legalidad. Tengo poder, soy inmune.

Me desempeño como agente de la Policía Nacional hace diez años. Ésta es mi vida, mi vocación.

Velo por el cumplimiento de las normas, les quito la libertad a las personas. Me gusta ayudarle a la gente.

Todo es tan fácil en este mundo… Cuando quiero hierba, puedo salir a un parque, requisar a unos cuantos jóvenes y quitarles su dosis personal, o si me simpatizan me quedo a fumar con ellos.

Yo tengo mi propia plaza y nadie me controla. A mi casa llegan todos los días los dueños del barrio a guardar sus armas. Nadie se entera, nadie se imagina. Soy policía.

¿Asesinatos? No recuerdo cuantos malos he matado, pero he hecho algo bueno por la sociedad y eso me enorgullece. Me gusta eliminar y callar a las personas que se rebelan, que se quejan, que no siguen las normas del país.

Nadie puede agredirme ni física ni verbalmente, tengo toda la ley a mi favor.

La libertad existe para mí, para nadie más.

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